Tuesday, August 14, 2012

El Impacto de la Motivación en los Equipos de Alto Rendimiento: el Rugby, Formador de Ejecutivos?
por la Lic. Julia Alvarez Iguña, Psicología aplicada al Alto Rendimiento

mloffreda2La misión de un entrenador es integrar sus objetivos con las metas del grupo. Para ello debe trabajar desde distintos lugares. Hoy me centraré en la motivación. Para motivar son varios los tópicos que el entrenador debe tener en cuenta. Por empezar, distinguir qué clase de motivación los lidera, la motivación externa centrada en resutados, o la motivación interna centrada en la constante superación.
Partamos que esa misma pregunta es la que también debe hacerse el entrenador: ¿Por qué entreno? ¿Qué quiero lograr? 
¿Cómo soy? ¿Qué busco? ¿Liderar, enseñar, figurar, mandar, nadie sabe como yo? ¿Por qué hacemos cosas en la vida? Por ejemplo: ¿Por qué entrenamos el deporte que nos apasiona? ¿Para cansarnos, para transpirar, para perder tiempo, por decir solamente fui a entrenar, por cumplir, por alcanzar metas, por romper records, cumplir una obligación, por figurar, para divertirme?
La motivación va unida a la voluntad y, junto con los instintos y los impulsos nos movilizan a la acción. Implica necesidades, deseos, expectativas, un motivo por el cual ponerse en marcha hacia la obtención de un deseo, es ponerse la camiseta y hacerla piel. Muchas veces los entrenadores han sido jugadores, y el cambio de jerarquía y de rol los lleva a pensar desde su misma subjetividad. Si bien implica ricas experiencias de juego por las que han vivido, eso no genera un paralelismo en pensar que sus jugadores tendrán su misma motivación y amor por el deporte.
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Cada jugador posee una historia distinta que lo identifica en su singularidad, no todos vienen de jugar en equipos ni poseen la misma experiencia de juego. No se puede esperar que piensen actúen, o tengan la misma motivación, actitud o estilo de juego del entrenador. Son cosas que a veces no se piensan, pero se le exige al equipo, se baja línea y se dan como sobre entendidas. No conciben como un jugador no puede aprender una técnica, o es un poco torpe, o no llega a las expectativas necesaria. Pensemos que no existen las destrezas innatas, son habilidades a trabajar que implican paciencia y dedicación de su maestro. Uno no nace, se hace.
El concepto de saber motivar o activar a un equipo no siempre es bien comprendido. La motivación está relacionada a la emoción. La motivación es la fuerza que activa y dirige elcomportamiento. La activación está relacionada a la acción. Es la cantidad de energía en más o en menos ante una acción.
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En la motivación hallamos emociones evaluativas, relacionadas al resultado, como ser: decepción, tristeza, alegría, ira, o, emociones relacionadas a la superación del sí mismo: coraje, pasión, orgullo, valía, etc. las segundas son las que realmente importan y están relacionadas al crecimiento como personas, como jugadores para alcanzar un objetivo. La motivación externa está relacionada a la vergüenza, la motivación interna a la esperanza.
La activación es lo que los entrenadores y deportistas relacionan con la pérdida de concentración ya que se relaciona al aprovechamiento de la energía del cuerpo para realizar actividades. La activación está relacionada a la arenga, a exaltar al jugador. Muchos entrenadores la confunden con la motivación, pero no están motivando, están activando al equipo. Por eso creen que antes de competir se deben utilizar técnicas de vestuario como gritos, fuertes discursos para enardecer el ánimo. No negamos la importancia de esta técnica grupal antes de una competencia, pero también se le debe dar espacio a “esa palabra” que emociona, enaltece,  que les toque esa fibra íntima y los haga pensar por qué están acá, a qué han venido, qué vienen a buscar.
Detrás de una arenga escuchamos: “hay que darlo todo, a morir en la cancha”. Estas palabras sólo consiguen presionar al jugador y sobre activarlo: se desconcentra, hay tendencia a la lesión, mayor agresividad. Todo es rápido, torpe, quiere tomar todas las pelotas, no piensa, tacklea a todo el mundo, pierde el control y, lo peor de todo, gasta su energía de golpe, queda sin resto.
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El decir: “vamos a salir a ganar”, no sirve. Ya estamos hablando de una determinación a cumplir y, cuando no se obtiene, genera frustración. El “vamos a dar lo mejor de nosotros”, marca un objetivo más real donde el miedo no hace referencia a un cumplimiento.
Sabemos que el miedo paraliza, bloquea mental y físicamente. Algunas veces es tan grande esa emoción que embarga al jugador en su totalidad, interfiriendo con el aprendizaje y la ejecución. El entrenador puede indagar. ¿A qué le tenemos miedo? ¿A ganar, a perder, al entrenador, a lo qué dirán, al rival, al descenso, a ser sacado? Cuando los jugadores le pueden poner un nombre a sus temores, se dan cuenta de que el miedo no existe, que es formado solo por ellos, se enfrenta el partido de manera diferente.
¿Cómo enfrenta el miedo, qué herramientas utiliza? ¿Puede el entrenador hablar con los jugadores después de una derrota? ¿Posee algún refuerzo positivo para sacarlos inmediatamente de ese espíritu perdedor? ¿Puede posicionarlos en la esperanza de un futuro? 
El miedo y la derrota hay que afrontarlos, atravesarlos, nunca evitarlos ni posponer el problema por miedo a hablar. Si el entrenador lo puede tolerar, los jugadores también lo harán. Hay que hablar constantemente del miedo, de las presiones  ¿qué emociones o pensamientos ocultan?
Los jugadores que están motivados intrínsecamente, no necesitan que los motiven. Saben porqué juegan, cumplen con sus objetivos, aceptan las derrotas, pero como aprendizaje para volver a salir al ruedo a jugar “con todo lo que tenemos” y no desde ”todo lo que nos falta” para lograr el objetivo por el que tanto se ha trabajado.

Fuente: San Isidro Club

1 comment:

  1. No tengo dudas que estamos frente a un interesante análisis.
    Me centro en lo referido a la subjetividad. Un altísimo porcentaje de los entrenadores de rugby han sido jugadores. Y hasta que,citando a Jorge Trevisan, "matan al jugador", pasa un tiempo en el que predomina la identificación con su pasado dentro de la cancha. Desde no entender como un determinado jugador es incapaz de adquirir una destreza como pretender, a los gritos y desde afuera, corregir el curso del juego.
    Pero entrenar es abarcar. Entender un todo compuesto de partes distintas. Intentar sacar el máximo de cada uno. Estimular el sentido de pertenencia. Para lo cual deben establecerse valores como premisa básica. Que deben ser respetados por el conductor con absoluta fidelidad y convicción.
    Y, comentando el título del debate, no estoy seguro que sea un gran formador de ejecutivos. Si tengo claro que el que haya participado de este deporte desde uno y otro lado de la raya del touch tiene elementos y argumentos suficientes para conducir.
    Siempre repito que el rugby me permitió aprender a vivir jugando.

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